Golondrina

Dejaré que te marches,
no te pienso retener.
Si pudiera te pondría alas,
para que vueles al atardecer,
y no me extrañes al anochecer.

No voy a pedirte que regreses,
mi corazón sigue herido por tu desprecio,
y el desprecio hiere más que tu ausencia;
porque la ausencia trae recuerdos de nosotros,
pero el desprecio va borrando nuestros rostros.

Dices que quieres ser libre...
dime quién es libre en esta jaula,
donde todos pretenden que están abiertos los cerrojos.
No te mientas, sólo se es libre cuando cierras los ojos.

No te quiero en mis manos golondrina,
caes del nido, tú no vuelas.
¡Tú no vuelas golondrina!,
caes del nido para verte herida.

Las heridas te las haces tú.
te las hace el tiempo, te las hace el viento.
Te las marca el miedo a verte presa de mis brazos,
a sentir que el amor que te rodea es una tranca,
cuando tu prematura huida nos reduce a trazos.

¡Tú no vuelas!,  se quebraron tus alas golondrina.
Querías ver como se esconde el sol,
perdiste el rumbo y no volviste a casa,
abandonaste el nido... me olvidaste.

¡Perdiste el rumbo golondrina!.
Te abracé al volver de tantos atardeceres,
que rebocé de agua el cántaro del que bebías.
Olvidé que el agua reconforta,
pero en demasía ahoga todo lo que toca.

Si pudiera te pondría mis alas
para que regreses al atardecer.
Aunque te amo golondrina, y eso lo confieso,
no te quiero presa de la jaula que es mi vida,
no te quiero víctima del amor que te profeso.

Aunque te amo no te quiero cerca:
¡encuentra otro nido, otras manos,
otra jaula, otro cerrojo!.
¡Ya no vuelvas golondrina!,
aunque tengan lagrimas mis ojos.


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